miércoles, 14 de mayo de 2008

¿Hace falta decir algo más?...

Evangelio de "hoy" (14 de mayo)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros".

Juan 15, 9-17

jueves, 1 de mayo de 2008

Santo de mi devoción

¿A nadie le interesa ser santo? ¿Habrá todavía personas que aspiren a un ideal tan alto, más que el éxito económico y la realización profesional? ¿Habrá algún niño al que si se le pregunta qué quiere ser de mayor, responda -ser santo- en vez de astronauta, doctor, actor de cine, futbolista o "inventor"?

No es que menosprecie el bien de cualquier trabajo o profesión (y los hay muy útiles, muy nobles y que hacen mucho bien a la humanidad). No es que haga menos los deseos, los proyectos, las ilusiones de la gente, aquello por lo cual para ellos "vale la pena" esforzarse (y hay algunos tan empeñosos, tan afanosos, y tan esforzados). No es que pretenda dar a entender que la gente sólo busca cosas perversas y atroces (ni falta hace poner énfasis en que hay mucho de eso).

Lo que quiero es decir que muy raramente deseamos lo que el mundo no puede darnos. Aquello que no es reconocimiento y honor de los hombres, aquello que no es "seguridad para el futuro" (un futuro muy cortito), aquello que no es puramente satisfacción del cuerpo y del intelecto, aquello que es lo único de lo que podremos gozar cuando nuestro tiempo se acabe en esta jaula del tiempo (el mayor gozo, el mayor de todos), aquello que no tiene medida y no puede compararse con nada de lo que podamos ganar en esta tierra, ¡nada! Y en una vida en que parece que por todo se paga (con dinero, con sudor, con la misma y propia vida), esto, lo más valioso, es lo único que se regala: "A ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a las aguas! Vengan ustedes que están sin plata, pidan trigo sin dinero y coman, pidan vino y leche sin pagar. ¿Para qué van a gastar en lo que no es pan y dar su salario por cosas que no alimentan? Si ustedes me hacen caso, comerán cosas ricas y su paladar se deleitará con comidas exquisitas. Atiéndanme y acérquense a mí, escúchenme y su alma vivirá." (Isaías 55, 1-3).

El alimento del alma, los bienes que son para la vida eterna, esos son gratis; basta con aceptarlos, basta con aceptar la verdad de aquel que los ofrece, aquel que dijo a la humanidad entera -sean santos, porque yo soy Santo-.

ser o no ser...

Por la misericordia de Dios, todo gran pecador es un gran santo en potencia.

lunes, 14 de abril de 2008

Morir para vivir

He tomado una decisión y parece que no hay vuelta atrás. "Parece"... ¿cómo estar seguro? He aprendido que con Dios las seguridades y, aún más las certezas, sueles ser escasas. Por eso en mi anterior oración le pedí firmeza, más que las dos cosas anteriores; firmeza para adentrarme, a pesar de las dudas, en el camino que estaba por elegir y confianza para andar sin titubeos. Y ya lo dije: "He tomado una decisión".

Voy a morir -es decir, voy a vivir-. Voy a dejar atrás deseos vanos, voy a esfumar los egoistas sueños, voy a sujetar la rienda, voy a marcar la ruta, voy a afirmar el timón. Abandonaré la improvisación como estrategia, abandonaré la espera pasiva. Venderé mis posesiones para comprar el terreno donde se oculta el tesoro que me espera y que yo, necio, tantas veces negué.

Pido perdón a los que causaré daño, pido perdón sentidamente. Los más cercanos, los más amados sufrirán más vívidamente mi muerte. A algunos les dejaré endosadas deudas y eso me preocupa grandemente. Sólo puedo pedir perdón y comprensión, y si la comprensión no cabe: nadamás perdón; perdón, por el amor con que se me ama.

No es este el último mensaje de un moribundo, mucho menos de un suicida, a pesar del tono dramático y fúnebre. Es el primer testimonio de uno que nace a una nueva vida, de uno al que no se le arrebata la vida, sino que la da libremente. El empuje que me lleva a esta decisión me motiva a hacer las cosas que antes sólo ideaba y que nunca emprendía, presa de esa rigidez mortuoria que yo creía era vida, pero era muerte. Por eso ahora que muero, muero a la muerte, ¡y vivo! Muero para vivir.

Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque el Señor, a quien mereciste llevar, aleluya, ha resucitado según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.